domingo, 26 de junio de 2011

25 de junio 1530

La tarde del 25 de junio de 1530 un grupo de seglares "evangélicos" confesaron su fe y manifestaron públicamente ante el emperador Carlos V y la Iglesia de Roma lo que creían, enseñaban y confesaban. Confiaron en lo que dice la Escritura en el Salmo 119, versículo 46: "Hablaré de tus enseñanzas delante de reyes y no me avergonzaré".
Lo que va a continuación, habla de la VOCACIÓN en términos nada "religiosos", "blandiblue" o "new age". Pueden sonar un tanto fuertes para tantas personas víctimas del postmodernismo rampante y del buensismo más tierno y mojigato.Creo que a los españoles, yo incluido, nos puede servir este artículo de la Confesión de Augsburgo para clarificar nuestra cosmovisión, un tanto deteriorada por los predicadores de una nueva religión mundialista, borreguera, buenista, sentimentaloide y autodestructiva.

XVI. EL ESTADO Y EL GOBIERNO CIVIL

Respecto al estado y al gobierno civil se enseña que toda autoridad en el mundo, todo gobierno y las leyes fueron creadas e instituidas por Dios para el buen orden. Se enseña que los cristianos, sin incurrir en pecado, pueden tomar parte en el gobierno y en el oficio de príncipes y jueces; asimismo, decidir y sentenciar según las leyes imperiales y otras leyes vigentes, castigar con la espada a los malhechores, tomar parte en guerras justas, prestar servicio militar, comprar y vender, prestar juramento cuando se exija, tener propiedad, contraer matrimonio, etc.

Al respecto se condena a los anabaptistas, que enseñan que ninguna de las cosas susodichas es cristiana.

Se condena también a aquellos que enseñan que la perfección cristiana consiste en abandonar corporalmente casa y hogar, esposa e hijos y prescindir de las cosas ya mencionadas. Al contrario, la verdadera perfección consiste sólo en genuino temor a Dios y auténtica fe en él. El evangelio enseña una justicia externa ni temporal, sino un ser y justicia interiores y eternos del corazón. El evangelio no destruye el gobierno secular, el estado y el matrimonio. Al contrario, su intento es que todo esto se considere como verdadero orden divino y que cada uno, de acuerdo con su vocación, manifieste en estos estados el amor cristiano y verdaderas obras buenas. Por consiguiente, los cristianos están obligados a someterse a la autoridad civil y obedecer sus mandamientos y leyes en todo lo que pueda hacerse sin pecado. Pero si el mandato de la autoridad civil no puede acatarse sin pecado, se debe obedecer a Dios antes que a los hombres. Hechos 5: 29.

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